Tatuaje - Ednodio Quintero
Cuando su prometido regresó del mar,
se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con
esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su
amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y
colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y
afilado puñal.
La felicidad de la pareja fue
intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió
alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una
tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el
marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad. En la soledad de su aposento,
la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase
algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal.
El dolor fue intenso, y también
breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rondarla. Ella, al principio
esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche
convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del
combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muerto encima, atravesado
por el puñal.
Venganza - Ednodio Quintero
Empezó con un ligero y tal vez
accidental roce de dedos en los senos de ella. Luego un abrazo y el mirarse
sorprendidos. ¿Por qué ellos? ¿Qué oscuro designio los obligaba a reconocerse
de pronto? Después largas noches y soleados
días en inacabable y frenética fiebre.
Cuando a ella se le notaron los
síntomas del embarazo, el padre enfurecido gritó: “Venganza”. Buscó la
escopeta, llamó a su hijo y se la entregó diciéndole:
-Lavarás con sangre la afrenta al
honor de tu hermana.
Él ensilló el caballo moro y se
marchó del pueblo, escopeta al hombro. En sus ojos no brillaba la sed de
venganza, pero sí la tristeza del nunca regresar.
La vaca
Mi abuelo tenía una vaca que se
alimentaba de morocotas. Un día la vaca amaneció muerta a la orilla del río y
los zamuros se la comieron. Mi abuelo buscó la escopeta y se pasó el resto de
su vida cazando zamuros.
Jinete
En mi pueblo vivía un loco que
montaba un caballo de palo. Una noche, por encima de los tejados alumbrados por
la luna, pasó una bruja encaramada en una escoba. El loco la vio pasar, y sin
pensarlo dos veces clavó las espuelas al caballo. Nunca más supimos del jinete.
Muñeca
Cuando murió mi hermanita la
enterramos junto con sus muñecas para que le hicieramos compañia. Transcurridos
noventa años de aquel triste suceso, he llegado a convencerme de que las
muertas fueron las muñecas, y enterramos también a mi hermanita para que les hiciera
compañia.
A plomo
Una vieja beata que no conocía
hombre soñó que hacía el amor con el diablo. Despertó y temprano fue a misa. Al
regreso buscó la escopeta matatigres de su hermano, se la metió entre las
piernas y se disparó dos tiros.
Coleccionistas
Un hombre coleccionaba alacranes
y un alacrán coleccionaba hombres. Un día el azar los condujo a la misma
encrucijada, y se conocieron. Hablaron de sus respectivos pasatiempos.
Intercambiaron miradas comprensivas, ciertamente cargadas de codicia, pues
vislumbraban la importancia de la nueva pieza a cobrar. Y se pusieron de
acuerdo: cara o sello.
TV
Una niña vio en la TV el
sacrificio de un bonzo. Entonces buscó su única muñeca, la bañó en gasolina y
le dio fuego. Cuando llegaron los bomberos todo el barrio estaba en llamas.
Amputación
Los médicos decidieron amputarle
la pierna pero el paciente se opuso. Dijo que conocía un remedio eficaz que lo
sanaría en un par de semanas. Los médicos le advirtieron que la infección podría
invadirle otros órganos. El enfermo mantuvo su posición y se aplicó el remedio
con esmero...y ceguera, pues mientras la pierna mejoraba, el mal se ramificaba
en todas direcciones.
La pierna sanó por completo, lo
que no dejó de asombrar a los médicos. Sin embargo, considerando el triste
estado del paciente, decidieron amputarle el resto del cuerpo...
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