martes, 18 de agosto de 2015

Microcuentos - Ednodio Quintero

Tatuaje - Ednodio Quintero
Cuando su prometido regresó del mar, se casaron. En su viaje a las islas orientales, el marido había aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en práctica sus habilidades: armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibujó en el vientre de la mujer un hermoso, enigmático y afilado puñal.
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En el cuerpo del hombre revivió alguna extraña enfermedad contraída en las islas pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la línea vaga del horizonte, el marino emprendió el ansiado viaje a la eternidad. En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase algún consuelo, se acariciaba el vientre adornado por el precioso puñal.
El dolor fue intenso, y también breve. El otro, hombre de tierra firme, comenzó a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche convenida ella lo aguardó desnuda en la penumbra del cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le quedó muerto encima, atravesado por el puñal. 

Venganza - Ednodio Quintero 
Empezó con un ligero y tal vez accidental roce de dedos en los senos de ella. Luego un abrazo y el mirarse sorprendidos. ¿Por qué ellos? ¿Qué oscuro designio los obligaba a reconocerse de pronto? Después  largas noches y soleados días en inacabable y frenética fiebre.
Cuando a ella se le notaron los síntomas del embarazo, el padre enfurecido gritó: “Venganza”. Buscó la escopeta, llamó a su hijo y se la entregó diciéndole:
-Lavarás con sangre la afrenta al honor de tu hermana.
Él ensilló el caballo moro y se marchó del pueblo, escopeta al hombro. En sus ojos no brillaba la sed de venganza, pero sí la tristeza del nunca regresar. 

La vaca
Mi abuelo tenía una vaca que se alimentaba de morocotas. Un día la vaca amaneció muerta a la orilla del río y los zamuros se la comieron. Mi abuelo buscó la escopeta y se pasó el resto de su vida cazando zamuros.

Jinete
En mi pueblo vivía un loco que montaba un caballo de palo. Una noche, por encima de los tejados alumbrados por la luna, pasó una bruja encaramada en una escoba. El loco la vio pasar, y sin pensarlo dos veces clavó las espuelas al caballo. Nunca más supimos del jinete.

Muñeca
Cuando murió mi hermanita la enterramos junto con sus muñecas para que le hicieramos compañia. Transcurridos noventa años de aquel triste suceso, he llegado a convencerme de que las muertas fueron las muñecas, y enterramos también a mi hermanita para que les hiciera compañia.

A plomo
Una vieja beata que no conocía hombre soñó que hacía el amor con el diablo. Despertó y temprano fue a misa. Al regreso buscó la escopeta matatigres de su hermano, se la metió entre las piernas y se disparó dos tiros.

Coleccionistas
Un hombre coleccionaba alacranes y un alacrán coleccionaba hombres. Un día el azar los condujo a la misma encrucijada, y se conocieron. Hablaron de sus respectivos pasatiempos. Intercambiaron miradas comprensivas, ciertamente cargadas de codicia, pues vislumbraban la importancia de la nueva pieza a cobrar. Y se pusieron de acuerdo: cara o sello.

TV
Una niña vio en la TV el sacrificio de un bonzo. Entonces buscó su única muñeca, la bañó en gasolina y le dio fuego. Cuando llegaron los bomberos todo el barrio estaba en llamas.

Amputación
Los médicos decidieron amputarle la pierna pero el paciente se opuso. Dijo que conocía un remedio eficaz que lo sanaría en un par de semanas. Los médicos le advirtieron que la infección podría invadirle otros órganos. El enfermo mantuvo su posición y se aplicó el remedio con esmero...y ceguera, pues mientras la pierna mejoraba, el mal se ramificaba en todas direcciones.

La pierna sanó por completo, lo que no dejó de asombrar a los médicos. Sin embargo, considerando el triste estado del paciente, decidieron amputarle el resto del cuerpo...




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