sábado, 22 de agosto de 2015

POETICAS DEL CUENTO - EDNODIO QUINTERO - TOMADO DEL LIBRO DE NARRATIVA Y NARRADORES

3. (POE)TICAS DEL CUENTO

Tal vez por haber escrito cerca de un centenar de cuentos, se me hace cuesta arriba hablar en abstracto de este género de la narrativa, tan seductor para quien se inicia en el arte de narrar y de tan difícil realización. Si hablo únicamente a partir de mi experiencia personal estaría dando cuenta de una poética, pero dejaría fuera los testimonios valiosísimos de una serie de escritores que se han referido a su oficio de cuentistas, algunas veces con una agudeza y percepción extraordinarias. Muchos de ellos han fundado retóricas, que, a decir verdad, tienen poca utilidad práctica. Pues sabemos que para escribir cuentos o novelasno existen recetas. Sin embargo, resulta estimulante, y a veces aleccionador observar cómo se desentrañan esas invenciones mínimas que son los cuentos, qué extraña energía los engendra, cuáles son sus características temáticas y estructurales, y el porqué de su inagotable fascinación.
Limitaremos nuestra exposición al llamado cuento moderno, es decir al género "inventado" por Edgar Alan Poe aunque también se le atribuyan otros padres como Chejov o Maupassant. Obviaremos una definición precisa o acomodaticiaque nos llevaría a una disputa bizantina, pues, aunque podamos distinguir con relativa facilidad un cuento de cualquier otra forma de narración, la definición del mismo resulta siempre insatisfactoria. Cierto, se trata de una paradoja, pero existen las paradojas, ¿verdad? En ausencia de una correcta definición iremos al concepto mismo, y así señalaremos de entrada las características de este novedoso género fijadas por su propio inventor (Poe)—, y ellas nos servirán de eje para la discusión. Estas son: 1) La brevedad; 2) La estructura cerrada; 3) La economía de medios; 4) La manipulación del lenguaje —con el fin de obtener un determinado efecto en el lector. Sin embargo, no optaremos por el análisis de cada una en particular, sino que —siguiendo nuestro método impresionista— intentaremos desde diversos ángulos una aproximación general. Y si nos valemos de un lenguaje figurado, es con el único propósito de hacer más comprensible nuestra exposición.


3.1. AFIRMACIONES O RETORICAS DE MANUAL

3.1.1.    FLASH
Casi todos los cuentistas hablan de la concepción de un cuento como si se tratara de una revelación. La idea los asalta en plena faena amorosa o en el instante de abordar un tren. Se produce una conmoción —tal vez espiritual— que el escritor intentará ese mismo día o quince años después expresar en un escrito. Para lograr tal objetivo o para librarse de la obsesión, recurrirá a un artilugio mental, es decir a la manipulación de símbolos capaces de reproducir en el lector una emoción semejante a la experimentada por el escritor. No estoy muy seguro de que todos los cuentos tengan este origen singular, y no veo la utilidad de hacer una encuesta —que incluiría, de paso, la contratación de un médium— para aclarar mis dudas al respecto. Algunos cuentos son previamente soñados, otros surgen de una asociación casual, otros de una operación netamente intelectual. Lo que importa, creo, no es tanto el origen o la concepción sino la puesta en escena de aquel chispazo, sueño, capricho o revelación.

3.1.2.    MINIATURAS
En contraste con la labor del novelista —que podría asimilarse a la de un arquitecto—, se dice que un buen cuentista es un joyero o miniaturista. Trabaja con las herramientas del lenguaje y está impelido a obtener de ellas el mejor efecto, a crear una forma única y tal vez bella. Esta condición implica la brevedad —es decir la exposición del tema en un espacio reducido. Pocas palabras, pocas páginas. Aquí las digresiones están proscritas. Y en consecuencia, el lenguaje deberá estar cargado de significación. Aunque la brevedad es un concepto relativo, existe un acuerdo que podríamos llamar "de recorrido", según el cual un cuento debería ser leído de un solo tirón. Y esta modalidad de lectura está asociada con el efecto —sorpresa o extrañamiento— que la narración debería producir en el receptor. Digamos, por señalar una frontera imprecisa, que treinta páginas sería un límite peligroso.

3.1.3. LA IMAGEN FOTOGRÁFICA    
También por contraste y asociación se intenta caracterizar el cuento relacionándolo con una fotografía, así como la novela se puede relacionar con una película. Una imagen única (la foto) versus una serie de imágenes en movimiento (el film). La comparación resulta pertinente —por gráfica y metafórica. Habrá que definir, sin embargo, las cualidades de esa foto única. Descartemos un fotograma extraído de un film —un cuento no puede ser un fragmento de novela. Descartemos una foto tomada al azar —cualquier narración breve no merece llamarse cuento. La foto en cuestión debe ser significativa en sí misma, contener los elementos narrativos potenciados al máximo. El fotógrafo debe elegir el mejor ángulo, quizá el más sugestivo, un escorzo o una toma en picada. Debe hacer resaltar algún objeto clave, capaz de convertirse en símbolo, pues, ya se sabe, lo simbólico produce sensación de realidad. El enfoque y la profundidad de campo son elementos indispensables para una lectura correcta del sujeto de la representación. Ojo con la iluminación: mantenga en lo posible una zona de penumbra, deje que el espectador imagine la fiera agazapada tras ese seto que permanece en segundo plano. Asegúrese de la apertura correcta del diafragma y de la adecuada velocidad —tiempo de exposición. Y ahora encomiéndese a uno de sus dioses particulares —Poe, Borges, Cortázar, Carver. Buena suerte y click.

3.1.4. TEOREMAS Y FIGURAS.
Un cuento es una apuesta geométrica: el planteamiento y la deducción de un teorema. Se parte de una premisa básica y nos precipitamos a través del  corredor del lenguaje hacia la demostración. Como en la geometría, en la escritura de un cuento trabajaremos con elementos muy concretos, aquellos propios de la narrativa —reduciendo a un mínimo la función denotativa del lenguaje, extrayendo de cada palabra el máximo de significación.
También un cuento es una figura, un círculo o tal vez una esfera, cuyas lineas estarán siempre sometidas a un proceso de tensión. En este sentido, más allá de los contenidos implícitos en el tema del cuento —es decir de aquéllos encaminados a ilustrar algún conflicto existencial—, podemos afirmar que en éste predomina lo estético. De allí su condición de objeto gratuito o de artefacto al servicio del placer. De ahí su inutilidad y su esplendor.

3.1.5.    LA AMENAZA Y LA SOSPECHA:
Como en ningún otro campo de la escritura, en el cuento el lector es un ser activo, que debe mantener sus sentidos en alerta permanente. Luz roja y ojos bien abiertos. Sospechando de cada palabra, analizando cada frase sin por ello detenerse a respirar. Siempre amenazado y perseguido por el torrente verbal, danzando hipnotizado al ritmo de la narración, sujeto a la página como si ésta estuviese imantada. Prisionero en esa red urdida por el narrador hasta que la frase final lo libere. Si el lector experimenta alguna forma de emoción, si en su mundo —el que sea— se ha producido un cierto viraje —por mínimo que pudiera ser—, la amenaza se habrá cumplido.
El escritor de cuentos, que debería ser el más consumado manipulador, se esforzará para que la sospecha y la amenaza estén presentes como hilos —de acero— invisibles a lo largo de la narración. En ningún momento soltará la rienda, pues la fuga —o la mera distracción— del lector echará por tierra los presupuestos de su invención. Recordar que si el lector actúa como un detective tenaz, el escritor deberá mostrar las habilidades y la sagacidad de un inteligente criminal. Es él quien fija las reglas del juego. (Toda esta perorata se podría resumir en una sola palabra: tensión.)

3.1.6.    LINEAS DE TENSIÓN
Aunque no existen recetarios para tensar el lenguaje narrativo, nos atrevemos a señalar ciertas estrategias mínimas que tal vez nos den algunas pistas en este fascinante y difícilísimo arte de escribir cuentos. 1) Eliminar cualquier ripio, casi todo sobra en un cuento; 2) La primera frase debería plantear un dilema —o al menos un asunto de interés; 3) Dosificar la información, dar cada vez un nuevo dato —en apariencia más importante que el anterior. Si se quiere dibujar una línea de tensión y si utilizamos como ejemplo a un cazador, la secuencia en que éste cobra las presas debería comenzar por la perdiz, pasar por el pato y el venado hasta llegar al fantástico dragón; 4) Las pistas falsas, que se develan sobre la marcha o preferiblemente al final, irritan al lector y lo retan a mantenerse atento a la narración; 5) El doble sentido es también motivo de irritación y acentúa la sospecha. Crea, al igual que las pistas falsas, una sensación y hasta un clima de suspenso; 6) Evitar la tentación de lo descriptivo, el paisaje es apenas un telón de fondo. A menos que en la forma —de hocico de perro, por ejemplo— de una colina se esconda alguna clave, guarde sus instrumentos de dibujo para otra ocasión; 7) La atemporalidad dará a la narración cierto aire metafísico, pues la literatura de ficción sólo tiene lugar en la mente; 8) No se aparte, ni siquiera para ir al baño, del objeto de su narración; 9) Si reserva una sorpresa como golpe final, recuerde que desde Poe los lectores han sido entrenados para desentrañar los más enrevesados acertijos. Es preferible cerrar el cuento con "otra vuelta de tuerca" o con una proposición ambigua —y sugestiva— , y en los casos más afortunados con una propuesta que deje la solución en manos del lector; 10) Mantener a toda costa la coherencia: causa y efecto son los eslabones que sostienen la narración; y 11) Si desea convertirse en un cuentista original, es decir en usted mismo, no haga caso de ninguna de las recomendaciones anteriores.

3.1.7. LA FLECHA Y EL CINCEL
El efecto de un cuento, es decir toda su carga semántica, es decir toda la energía acumulada en su intención, debe apuntar a la sensibilidad del lector. Ya se sabe, el arquero, etcétera... Y cuando el lector acusa el efecto, cuando ha sido víctima de la manipulación, una marca se dibujará en su cerebro, una impronta tal vez imperecedera se incorporará al variado caudal de su memoria. (Al menos en teoría, es ésta la intención de un buen arquero, quiero decir de un cuentista. Pero, de mejor intenciones está empedrado el camino del infierno. Pero, las piedras adquieren forma y textura si se las trabaja—a fondo y tenazmente con un cincel)
Aquí el cincel es una metáfora del oficio del cuentista. La concepción del cuento —que a veces resulta ser un regalo del cielo— es apenas el comienzo. La piedra está ahí, bruta y sin desbastar, pero contiene en sí misma —al igual que un bloque de granito para un escultor— la figura que ya se ha dibujado en la mente del escritor. Y al cuentista de marras le corresponde ahora, si aspira de verdad a extraer y revelar aquella criatura de la imaginación, trabajar y trabajar pero no será el esfuerzo de picapedrero el que habrá de recompensarlo, sino su habilidad y su astucia y su paciencia para hacer que cada detalle de su elaboración se corresponda con la mayor exactitud y precisión con la figura primigenia apenas entrevista en un instante de fugaz inspiración.

3.1.8. UN MUNDO CERRADO -TRIANGULAR
Se afirma que el cuento debe ceñirse a un hecho y a un número reducido de personajes —acaso un único personaje. Y que se cumple en un espacio delimitado en el cual el tiempo se ha comprimido. Estas condiciones exigen una trama casi aritmética. Impecable. Y emparentan el género con las narraciones policiales. No es casual que esto suceda, pues ambos géneros (el cuento y el policial) tienen un padre común. Podemos afirmar entonces que el cuento se satisface a si mismo, que es un objeto autárquico sometido a las leyes que se generan en el transcurso de su cabal ejecución. Y si vemos la trama como una figura, ésta tendrá una forma de red triangular, en la cual tirando de cada uno de los extremos, encerrados en una serie de relaciones de mutua dependencia, se hallan el autor, el (los) personaje (s) y el lector. La eficacia de un cuento dependerá, en último término, del tramado de la red. Es decir, será el Lenguaje narrativo con su poder de productor de símbolos el que hará posible la interrelación. Y es por ello que aquí la brevedad —como condición sine qua non del cuento— se deberá asociar no a la economía de lenguaje sino al rigor y la precisión. En otras palabras: a su funcionalidad. El mundo cerrado —y reducido a una escala conven-cional— del cuento, se justificará a sí mismo como un objeto cargado de energía capaz de desencadenar alguna forma tal vez desconocida de emoción.

3.2. NEGACIONES O LA ESTRATEGIA DEL CAMALEÓN
En el transcurso de esta exposición me vi asaltado por una serie de dudas, que se podrían sintetizar asi: estás lloviendo sobre mojado, pues no has aportado ninguna idea para la comprensión del arte de escribir cuentos. Te has limitado a dar vueltas en torno a la retórica de su composición. Sí, es verdad, tengo la impresión de haber perdido el tiempo y de haberlos ocupado a ustedes en una tarea inútil. Pues, con algunas variantes, las pocas ideas esbozadas hasta ahora pueden ser encontradas en cualquier manual. Quizá por temor a extraviarme, tomé el camino trillado —y seguro— de la tradición. Tal vez por carecer de seguridad en este asunto, me he colgado del fantasma de Mr. Edgar Alan Poe.
Sucede, amigos míos, que a esta altura del partido ya no me satisfacen las formas tradicionales del cuento: ese traje de fierro en el cual se hace difícil respirar. Y pienso —si es que aún me quedan pensamientos— que un narrador nacido en la era nuclear debería explorar otras formas, crear en la medida de sus posibilidades su propia tradición. Y en este sentido deberá esforzarse por romper las ataduras con el pasado, aun cuando éste lo seduzca con su brillo y esplendor. Pues si permanece, por miedo o comodidad, atado al carro de los muertos, su mundo se volverá pálido y ceniciento, la inercia lo carcomerá. Entonces, ¿qué? ¿Deberá comenzar desde cero? ¿Semejante a un nuevo Adán en un paraíso de chatarra, pondrá otra vez nombre a las cosas y a las bestias, fabulará? Esto se llama kausiantil y aquel pájaro sólo canta cuando ve llorar a la mujer de Eniú. Ese tru se baña en el polen almibarado del axicliniú. Sí y sí. Aprender a des-escribir, borrar todas las pistas, re-comenzar. Sí, ¿por qué no? Warum nicht? ¿Cuál es el buey, mon cher ami? Oh, yes, my little friend. Hacer trizas los moldes, apostar no a un "éxito" asegurado por la bendición tibia de nuestros antepasados, sino al único caudal, propio e inalienable, de la invención.
Cierto, se seguirán escribiendo cuentos tradicionales. Mientras existan consumidores ávidos, la mercancía no debe faltar. Ustedes y yo mismo contribuiremos al bazar. Pero, ¿acaso el lector —de cuentos— no es un invento del escritor? (Borges dixit). Y al escritor, ¿quién lo inventó? La psiquis colectiva —responderán a coro. Sí, ya me pillaron, como alumnos aplicados aprendieron la lección. Pero el escritor no es un instrumento ciego al servicio de ninguna causa. Es un ser libre, creo yo. Al menos dentro de su laboratorio puede ejercer su libertad. Quiero decir que aun cuando no se le reconozca como cantante puede entonar su canción, a viva voz —bajo la ducha. O como lo dijera con la suya, potente y enronquecida por el alcohol, Malcom Lowry: "Yo soy el camarero principal de mi destino, yo soy el fogonero de mi alma".
Entiendo que ya me estoy saliendo del tema inicial de la exposición. Pero aún me mantengo dentro de la zona que creemos compartir: la narrativa. Sólo hemos roto el protocolo —y el formato.

Entonces, ¿cuál es el sentido de la perorata inicial?, preguntarán. Veré si puedo responderles. El escritor es un atleta, un solitario corredor de fondo —cuya meta ilusoria coincide con su propia desaparición. Un atleta quiere mantenerse en forma y no escatimará esfuerzo alguno para permanecer activo dentro de su carril. La gimnasia le enseñará a trabajar sus músculos hasta que por sí mismo encuentre el ritmo, la cadencia de su respiración. La gimnasia es un arte de la repetición, que consiste en esforzarse siguiendo ciertas pautas que no implican un peligro mayor. Pero una enloquecida carrera a campo traviesa, con la pista llena de baches traicioneros, surcando senderos propios de cabras, bordeando precipicios sin barandas de protección, exige un talante y resistencia y energía poco comunes. Tal vez lo más cómodo y sensato sería abandonar la carrera, en cuyo caso estaríamos atendiendo el consejo de Rilke: "Si puede vivir sin escribir, no escriba". Si aún persistimos —y si aspiramos, no a dejar la huella de nuestros pasos en las arenas movedizas de la posteridad, pues esto sería apostar a las miserias de la esperanza, sino al mero hecho de la sobrevivencia— tendremos que aceptar los riesgos y los retos de la travesía. Entonces, ¿hacer gimnasia? Sí. ¿Escribir cuentos? Sí, y guiones radiales y operetas y panfletos subversivos y cartas a la redacción. Sí, correr todos los riesgos, correr, correr. Escribir. Fabular. Inventar. Pues la escritura es una de las formas más puras del ejercicio pleno de la libertad.

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